FERNÁNDEZ SARASOLA, IGNACIO
Introducción. ¿Se puede hablar públicamente sobre el sexo?-1. Un paseo por Holywell Street, la calle del vicio.-2. La literatura popular: dime novels y pulp magazines, aventuras y sexo en papel barato.-3. La literatura culta: Ulises y la tentación de Nausica.-4. El teatro: sexo sobre el escenario.-5. Las tiras cómicas y las biblias de Tijuana: obscenidad en viñetas.-6. Las historietas: la seducción del inocente.-7. El cine (I): Hollywood o la nueva Babilonia.-8. El cine (II): gargantas profundas y la industria del porno.-9. La música: «All you need is sex...».-10. La escultura, la pintura y la fotografía: retratando el sexo.-11. Las revistas pornográficas: nudismo naturista, cheesecakes y bondage.-12. Radio, televisión y vídeo: cuando el sexo entra en los hogares.-13. Videojuegos e internet: sexo a bits.-14. Viceversa: cuando la libertad de expresión limita el sexo.-15. Conclusiones (si son posibles): «no sabría definirlo, pero lo reconozco en cuanto lo veo...».-Notas.-Bibliografía citada.-Índice onomástico
El sexo ha sido uno de los temas más delicados para expresarse públicamente y para ejercer la libertad artística. Percibido como un tabú, desde el siglo XVII los Gobiernos aprobaron severas normas para atajar cualquier expresión de sesgo erótico o pornográfico, dando lugar a una prolija legislación antiobscenidad. A estas medidas se añadieron las adoptadas por movimientos cívicos ?a menudo muy organizados? partidarios de censurar esos mismos contenidos, y que incluyeron boicots, quemas públicas y listas negras. Este libro aborda cómo esas medidas institucionales y sociales destinadas a cercenar las expresiones con contenido sexual afectaron por igual a las artes, a los medios de comunicación y a los instrumentos de ocio. A través de un recorrido que abarca más de cuatro siglos, se examina lo acontecido en la literatura (tanto popular como culta), las tiras cómicas, las historietas, el teatro, la música, la pintura, la escultura, la fotografía, el cine, la radio, la televisión, el vídeo, los videojuegos e internet. Porque, aunque ninguno de ellos prescindió de incluir contenidos eróticos y pornográficos, todos sufrieron, con mayor o menor intensidad, las consecuencias de hacerlo.